El futuro de la arquitectura en tiempos difíciles
La semana pasada el suplemento de El País Babelia publicaba un reportaje especial dedicado a la arquitectura. Y es que parece que el núcleo de atención se ha trasladado de las construcciones a la arquitectura y que ello obedece a una reformulación del concepto para regresar al origen: las personas y sus formas y estilos de vida. Sí, la arquitectura, una vez pasada la época de la opulencia, de las grandes obras monumentales, de las fachadas pomposas como meras carcasas, que resisten de una forma residual, precisa ponerse de nuevo al servicio de la vida, de las personas, para que su norte vuelva a ser resguardar las cotidianidades del hogar en lugar de condicionar, con un diseño prefijado, cómo estas han de habitar el espacio.
Precisamente sobre este discurso han llamado la atención los grandes eventos arquitectónicos del año, como la Bienal de Arquitectura de Venecia o la BIAU de Cádiz, así como sobre la idea de la arquitectura como reflejo de la sociedad en la que se ve inmersa. Quizás en los últimos años la arquitectura se haya contagiado de esas prisas, de ese ritmo acelerado, porque también los edificios se arraigan al entorno, de la misma forma que las personas que los habitan, y emulan la forma de deambular de estos por el espacio.
En la actualidad, sin perder de vista la ciudad, el componente colaborativo de lo urbano, los profesionales del sector hace un llamamiento no solo a la rehabilitación, como fórmula de conexión entre pasado y futuro para no perder la historia, sino a la razón, al esfuerzo y al compromiso, y a que la arquitectura quede limpia y sencilla, que tan solo tenga que preocuparse por cómo combinar lo artístico propio de esta disciplina con las necesidades de las personas.
Por eso en Ebrosa prestamos atención y miramos bien, con detenimiento y cuidado, y permanecemos constantes en nuestra labor (en 2013 cumpliremos 50 años) de proyectar edificios en los que las personas y su estilo de vida sean los protagonistas, para que en ellos alcancen su estado de bienestar.
La arquitectura del futuro no se aproxima a las formas singulares de las construcciones de ciencia ficción, sino a lo común y a la usabilidad. Un ejemplo de ello lo tenemos en la obra de Rafael Moneo que, sin dejar a un lado la originalidad, el esteticismo y las grandes ideas, jugando con el dominio de la luz, integra el edificio en su contexto (aunque eso suponga integrar un supermercado en la planta baja de una iglesia) y lo dota de funcionalidad. Nuestro único Premion Pritzker español ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012. Lo celebramos. También la arquitectura del futuro.
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*La imagen "La arquitectura del futuro" corresponde a un artículo publicado en la Revista BOND en 2010.